viernes, 8 de julio de 2011

La lluvia

Las últimas semanas nos hemos visto invadidos por días de lluvia interminable, eso si, muy grata la condenada. Y es que ¿a quien no le agradan los días lluviosos?. Si, quizás nos encrespa el cabello, nos moja a medio camino y nos hace detestar el transporte público, pero que hermosa esa lluvia que nos hace quedarnos en casa, que nos hace disfrutar de su ruido y el alboroto que hace al golpear con fuerza cada superficie que se le enfrenta. Son días como estos los que agradezco infinitamente, días en los que pregunto a Dios que he hecho yo para merecer semejante bendición en forma de agua, son estos días en los que me quedo en casa a disfrutar lo acogedora que es, pero sobre todo agradezco que semejante maravilla sea la que me obligue a escribir, casi susurrándome al oído cada palabra que ella desea... Pero la infeliz no es siempre tan buena conmigo, a veces me hace extrañar, me hace extrañar tanto a tantas personas, cosas, vivencias, mundos perdidos y me vienen ganas de llorar. A veces me hace desear tanto el abrazo o la caricia de algún ser especial; y es cuando me toma desprevenida que se aprovecha de mi la muy canija, hace que la nostalgia se me trepe y que se aferre a mí como si fuera yo su madre y lo peor es que yo actúo como si de verdad lo fuera y me quedo ahí con ella para cuidarla y no dejarla hasta que alguien llega y me despierta de semejante sueño lúcido.

Así de bipolar es mi amada lluvia y así la quiero, la quiero porque me hace sentir viva, porque me conecta con lo mejor y con lo peor de mi y aunque a veces me haga sufrir siempre le pediré a Dios que me la regale una vez más.


No hay comentarios:

Publicar un comentario